Invictus

Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
no me he estremecido ni llorado en voz alta.
Bajo el vapuleo del azar, mi cabeza está ensangrentada,
más no inclinada.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años me encuentra,
y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.

domingo, 10 de enero de 2010

Pero por qué?

Ya colgué el otro día la primera parte de este capitulo que por cierto espero que os haya gustado... Bueno pues nada que aquí os dejo el final. aviso, soy muy cruel con las personas de mis libros...


Susan se giró y vio el coche que estaba cada vez más cerca de nosotras. Yo estaba en la parte de dentro de la acera y Susan estaba a mi lado izquierdo, en el lado de fuera. Aunque eso servía de poco en esos segundos de pánico, ya que el coche tenía las dos ruedas de la derecha subidas en la acera. Susan, lo más rápido que pudo, se movió hacia el centro de la solitaria carretera para intentar esquivar el coche ya que la acera era pequeña y si nos poníamos las dos pegadas contra un edificio, ella no tenía ninguna posibilidad. Yo me pegué al edificio de mi derecha. El coche pasó a mi lado hiriéndome con el duro y frío parachoques del coche. Me hizo un gran corte del que empezó a salir sangre.
Grité de dolor y caí de rodillas al suelo.
—¡SEL…!
—Susan—intenté gritar pero mi voz tan sólo era un susurro. Oí cómo Susan gritaba de dolor también.
La rueda trasera más cercana pasó por encima de mi pantorrilla izquierda. Eso me causó más dolor aún y grité más fuerte. Las lágrimas no cesaban de caer precipitadamente por mis mejillas. Dejé caer mi cuerpo de espaldas al suelo y, al hacerlo, me arañé los codos al intentar hacer menos dolorosa la caída. No dio resultado, ya que, después de los codos vino la espalda.
Oí el coche alejarse.
El coche que me había dejado ahí, en medio de la calle, tirada.
El coche que me había hecho gritar de dolor como no había gritado nunca.
El coche que me había pasado por una pierna, una pierna que no se si la podría volver a mover.
El que, seguramente, le había hecho algo parecido a Susan. Por cierto, ¿y Susan? ¿Se encontraba bien?
No me sentía capaz de girar la cabeza para comprobar que estaba…viva, aunque tenía que estarlo, no podía ser de otra manera, pero tal vez estaba….Empecé a llorar más y más sin cesar. No podía estarlo, no podía. Notaba como la sangre me cubría todo el costado izquierdo y parte del frío suelo. Intenté pedir ayuda a gritos, pero las heridas me dolían mucho y a duras penas conseguía susurrar. Tenía un nudo en la garganta que me impedía hablar. Lo habría dado todo por no haber apagado el móvil antes (aunque no sé si habría tenido fuerzas de llevar la mano hasta mi bolsillo, sacar el móvil, marcar el número y hablar). Mi madre siempre decía que no me dejara llevar por el miedo y que en ocasiones difíciles, como esta, intentara tranquilizarme. Lo único que podía hacer era mirar al cielo. Era de color azul oscuro y tenía un montón de pequeñas estrellas.
Una de ellas destacaba entre todas las demás. Brillaba con más intensidad que las otras y era la más grande de todas. Su esplendor me recordó la perfecta y brillante sonrisa de Alex. No sabía si lo volvería a ver, a tocar o a oír. Pensé también en mis padres. Los quería muchísimo y no quería perderlos tan pronto.
Recordé a Albert, Jules, Jesse y…a Emma. Aunque estuviera cabreada con ella, la seguía queriendo mucho, no, muchísimo. Éramos amigas desde los…3 años más o menos. Y no me imaginaba vivir sin ella.
A la vez que yo pensaba, la estrella se hacía más y más grande.
En ese momento, era deprimente:
Tumbada boca arriba en medio de la calle.
Sangrando.
Con moratones y rasguños por todo el cuerpo.
Llorando sin parar de dolor.
Posiblemente a minutos o incluso a segundos de morir.
Y alucinando con una estrella brillante.
Entonces caí. ¿No sería esa luz que te lleva al otro lado? Tampoco es que fuera creyente, nunca me habían atraído ese tipo de cosas. No estaba muy segura de si me lo estaba imaginando o si la estrella se hacía cada vez más grande. Pero otra pregunta me vino en mente: ¿paraíso o infierno? Nunca lo había pensado, la verdad, pero ahora no estaba segura de a donde iría. A ver. Una vez cuando era pequeña le robé una galleta a Emma y eso, que yo sepa, es pecado. Haciéndome sitio entre las lágrimas y el dolor, conseguí reírme de mi propio chiste malo.
Buf, me empezó a doler la cabeza. Además del gran arañazo de mi costado, la sangre que salía de él y de mi gran moratón de la pierna (por no decir los arañazos de los codos) me tenía que doler la cabeza. Perfecto, sencillamente perfecto.
Cada vez la estrella estaba más cerca y cada vez me dolía más la cabeza y las heridas.
Entonces ocurrieron varias cosas extrañas y dolorosas al mismo tiempo:
La estrella me “atrapó”. La cabeza me estalló de tanto dolor. De mis heridas empezó a salir sangre como de una fuente. El moratón y los arañazos me ardían. Aullé de dolor.
En ese momento, la estrella me rodeó completamente y me quitó el aire. Buscaba el aire de donde no había y después de segundos, me rendí. Iba a morir, y nada podría impedirlo.

5 comentarios:

LaDamaLobuna dijo...

Como si no lo hubiera leido, como si no lo hubiera leido, como si no lo hubiera leido... (intento convencerme a mi misma..)
Taa muyy bieen uapiisimaa TeeQ
Pasate por mi blog y comentaa....

Palabras en la noche dijo...

jajja ok gracias hermosaaa
tekkk

Anónimo dijo...

sta super bn pero..... jajaja nada, k ia lo e leido y dijiste k sbirias el final y no lo has exo!!!!!!!!!! te mato!!!! es broma wapisima 1 besazo

Palabras en la noche dijo...

pork no lo e akabao joderrrrr
io tambien te mato creeeme k nunca te meteas al msn joderrr!!!!!

Anónimo dijo...

jodo k no!!!!!!!!!!!! ahora mismo!!!!!!!!!!!!!!!!!!