Invictus

Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
no me he estremecido ni llorado en voz alta.
Bajo el vapuleo del azar, mi cabeza está ensangrentada,
más no inclinada.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años me encuentra,
y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.

lunes, 3 de mayo de 2010

Somos Cinco (3ª parte)

No se por qué coño estoy subiendo esta mierda si total las únicas personas que leen mi blog y comentan en él ya lo han leído y quienes quisiera que lo leyeran no lo van a hacer así que nada....

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Además de toda la ropa y las armas llevábamos unas especies de máscaras de cuero negro que nos tapaban toda la cara a excepción de la boca y los ojos. Era algo asfixiante, la verdad. Y, con un gorro de lana muy fino, nos cubríamos el pelo. Llevábamos también altos guantes negros hasta los codos (este hecho es bastante obvio: si tocamos algo y llevamos los guantes no dejamos nuestras huellas dactilares. La que ha de llevarlo sí o sí es Clary, ya que arroja los shurikens pero luego no los recoge).

Al llegar al coche Jaky se puso al volante y yo me dirigí al maletero para colocar en él las dos metralletas al lado del portátil de Jaky mientras Di y Clary discutían, como siempre, por quien se ponía de copiloto.

Al estar demasiado ocupadas discutiendo no me vieron deslizarme en el asiento al lado de Jacob, bajar la ventanilla y decir:

—Chicas, ¿queréis subir ya? Quiero disparar, ¿sabéis?

—Serás…

—Perfecta, lo se—sonreí—. Ahora subid al Jeep.

Con cara de resignación, acabaron subiendo al coche en los asientos traseros. Obviamente, no nos abrochamos los cinturones. ¡Ni de coña, vale, no tenemos 3 años!

Así que me giré y tendí dos mochilas y una BlackBerry a Diana:

—Di, las mochilas a la espalda, no pesan nada te lo aseguro. Has de llenarlas enteras, con todo lo que cojas, que ha de ser la mitad de lo que haya. Aviso, después de llenarlas te pesarán. La BlackBerry al cinturón.

—Vale, mamá.

Pasé por alto ese último y maravilloso comentario a la vez que hacía lo mismo que le había comunicado a Di.

—Y tú, Clary, ya sabes lo que has de hacer. Lo mismo te digo, Jaky.

—¿Sabes una cosa, Albi?—preguntó retóricamente Clara—. Tú no me mandas.

Sonreí y le contesté:

—Como quieras, pero si no fuera por mi maravillosa idea ahora mismo estarías en casa de brazos cruzados sin hacer nada. Así que, hay seis guardias en la parte de atrás, podrás con todos, espero.

—¿Por quién me tomas?

—Por… mira, no se me ocurre nada inteligente con que contestarte.

—Era una pregunta retórica.

—Ya, y tú eres tonta.

—Vete…

—¡Chicas, por favor!—exclamó Jaky— ¡Os quiero a las dos, pero estáis más guapas cuando o discutís!

—Está bien—acepté—. Tú, Jaky, en cuanto lleguemos preparas tus cosas y estate atento a la llamada de Di con los datos. Acuérdate de las cámaras.

—Ésas déjamelas a mí.

—Lo acabó de decir.

—Porque te quiero que sino…

Tras un largo camino en coche salimos de la ciudad y llegamos a nuestro destino. Jaky apagó los faros y se detuvo a unos 20 metros de la mansión tras unos no muy grandes arbustos que tapaban gran parte del coche.

Ahora es cuando me toca describir todo el terreno (menudo peñazo), cosa que no haría si no fuera sumamente importante para el trabajo que he de realizar:

La casa es, bueno… una pedazo mansión enorme. Todo su alrededor está rodeado por verdes jardines. Unos 6 guardias protegen la parte delantera de la casa, por lo tanto en la parte trasera Clary se encontrará lo mismo. Estos van armados con una mierda de Firestar (soy capaz de reconocer cualquier arma de fuego en cualquier lugar, pura práctica) nada comparable con mis armas, por cierto.

—¿Vamos?—me preguntó Di.

—Vamos—afirmé.

Ambas nos bajamos del coche con gran agilidad y sigilo. A los pocos segundos Clary también se encontraba fuera abriendo el maletero para pasarle el portátil a Jaky.

Después de que Jacob tuviera sus teclas bajos los dedos Di y yo nos dirigimos a la parte delantera de la casa mientras Clary se alejaba por detrás.

Diana y yo nos agachamos tras un arbusto a unos 5 metros de los guardias. Nos miramos y hicimos un gesto afirmativo con la cabeza mientras Di sacaba sus nunchaku de su cinturón.

Me acerqué a uno por detrás y preparé mi puño.

—Eh, tú—lo llamé.

Se dio la vuelta y yo estampé mi puño en su cara. Después saqué mi pistola y le disparé en el pecho ya que sólo le había dejado inconsciente.

Los demás guardias (cuatro, ya que Di había acabado ya con uno) se nos acercaron. Sonreí y preparé mi otra pistola también al tiempo que Di hacía girar su látigo con elegancia.

Lo movió hacia atrás una vez y otra hacia delante.

Uno menos. Faltan tres.

Yo, por mi parte, con dos disparos me cargué a otros dos.

Di se acercó al último y le rodeó el cuello con los nunchaku hasta asfixiarlo.

Saqué mi BlackBerry del cinturón y empecé a escribir un rápido mensaje:

Vamos a entrar, Jaky. ¿Has acabado con la tuyo, Clary?

Le di a enviar y esperé una respuesta mientras observaba a Di intentando forzar la cerradura en estúpidos y repetidos intentos.

Me reí por lo bajó y leí el mensaje que acababa de aparecer en la pantalla de mi pequeño aparato:

Perfecto, chicas. Ya tengo el portátil preparado. Las cámaras están congeladas.

Asentí mentalmente y leí el siguiente mensaje, de Clary, que acababa de recibir:

Todo listo, me vuelvo al coche. Suerte

Perfecto.

Volví a mirar a Di, riendo.

Apunté con mi pistola y le pegué un tiró a la cerradura.

—¿Pensabas entrar en algún momento?—pregunté.

—Eres idiota.

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Aunque a la mayor parte del mundo le importe una mierda: otro día subo más.