Invictus
Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
no me he estremecido ni llorado en voz alta.
Bajo el vapuleo del azar, mi cabeza está ensangrentada,
más no inclinada.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años me encuentra,
y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.
miércoles, 17 de marzo de 2010
1 año
lunes, 15 de marzo de 2010
Somos Cuatro (2º parte)
Bueno, aquí os dejo un poco más de esta "gran" (ironía) aventura.
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—La casa de Victoria, como sabes, es una mansión. Tiene unos cuantos guardias distribuidos por los alrededores. Están exactamente…
No pude continuar ya que la puerta se volvió a abrir y Jaky y Clary la traspasaron.
Jaky me miró y sonrió:
—Amor, nos has convencido.
—Así me gusta, pendejo mío.
Se sentaron también en la cama y Di comenzó a quejarse.
—Estáis invadiendo mi espacio vital.
—Lo que tú digas, mi vida—dijo Jaky acerándose más a ella.
—Jaky… no quiero ser mal pensada pero si necesitáis intimidad… Clary y yo podemos irnos…
—¿Quieres que saque mi látigo y os parta la cara con el a los tres?
—Eh, oye que yo no he hecho nada… —se quejó Clary— Que si os queréis no soy quien para intervenir…
Diana se levantó de la cama:
—Vale, ya estoy harta. Vamos a hablar sobre el atraco en la mesa del salón.
Los demás reímos y Jaky se quejó:
—Ala, no…
—¡Fuera he dicho!
Salimos de su habitación entre risas y nos dispusimos a sentarnos en las sillas:
-Tú—señaló a Jaky con el dedo—, aléjate de mí.
—Joder…
—Puedes ponerte con nosotras, sapito—ofreció Clary.
—Sí, ponte con nosotras, no te pegaremos.
Nos pasó un brazo a cada una por los hombros y sonrió:
—Gracias, chicas. Me siento halagado.
—Lo que hay que ver… —suspiró Di.
—Oye—interrumpí yo poniéndome de pie— se que nos queremos enormemente todos…
—Habla por ti—me cortó Diana.
—… pero íbamos a hablar sobre un atraco que, por cierto, me encanta.
Sonreí con malicia.
—Cuidado que va… —dijo Clary recostándose en la silla.
—Mira bonita, te metes un palo por el culo y te das vueltas muy despacito.
—Gracias por lo de bonita, gilipollas.
—Cabrona.
—Idiota.
—Corta mental.
—Hija de tu madre.
—No, si te parece de la tuya.
—Mirar, sois las dos idiotas y punto—sentenció Di—. ¿Podemos ir ya a lo nuestro?
—Como quieras—comentó Clary.
—A ver—saqué unas hojas de uno de los bolsillos de mi pantalón de pijama y lo expuse sobre la mesa—, estos son los planos de la casa.
—¿Cómo los has conseguido?—se interesó Jaky.
—No quieras saberlo.
No había sido fácil, no.
—Con tal de que hayas sido discreta…
—Confía en mí, pendejo mío.
—En ti siempre, mi amor.
—En fin, como iba diciendo, he marcado en el mapa con puntos verdes el lugar de los guardias, en rojo las 3 habitaciones con rayos X, en amarillo los conductos de ventilación y las puertas y, finalmente, con azul la habitación en cuestión.
—¡Joder, parece un tablero de parchís!—exclamó Di.
—Bueno, me lo he currado mucho—alardeé—. Para llegar a la habitación hay que cruzar las habitaciones rojas y muchos puntos verdes. Para las habitaciones, tenemos obligatoriamente que cruzar unos rayos X, después de cruzar estos se encuentra una habitación de ordenadores en la cual Jaky puede desconectar los otros rayos X de la habitación contigua. En cuanto a los puntos verdes, bueno, de eso nos podemos encargar las tías.
—Por fin algo que me va—sonrió Clary.
–Vale –continué con mi explicación –, pero sólo entraremos al edificio Di y yo…
–Jodo, vaya mierda—se quejó de nuevo.
–… y, mientras estemos dentro, tú te cargas a los de la parte de detrás y Jaky se cuela en la base de datos de los ordenadores para desconectar los segundos rayos X.
–Esto me gusta mucho, mucho. Al parecer estamos juntos, sapito—chocó los cinco con Jaky.
–Me alegro mucho, princesa
–Di y yo llevaremos, además de nuestras respectivas armas,
—¿Cuánto?—quiso saber Di.
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Ahora, a esperar...
domingo, 14 de marzo de 2010
Shutter Island
En 1954, los agentes judiciales Teddy Daniels y Chuck Aule son enviados a una institución mental para criminales situada en Shutter Island, con el fin de buscar a Rachel Solando, una psicópata que ha escapado misteriosamente de su celda. Una vez dentro conocen al Dr. John Cawley que es la cabeza visible de la institución, y no esta dispuesto a colaborar con los agentes. Una tormenta los deja atrapados en la isla y un caos entre internos empeora la situación.
Pronto descubrirán que el centro guarda muchos secretos, y que la isla esconde algo más peligroso que los pacientes...
viernes, 12 de marzo de 2010
Somos Cuatro (1º parte)
—Y yo he dicho que no—sentenció Jaky.
—Yo apoyo a Alba—dijo Di colocándose a mi lado.
—Dos a uno—anuncié—. Tu turno, Clary.
Esta posó su mirado varias veces en Jaky y en mí respectivamente sopesando la idea.
–A ver, creo que podría tener razón Albi…
—¡Ahí estamos, chavales!
–… pero por otro lado, no me parece bien hacerlo.
—¿Qué?—exclamé.
—Así que… mi voto es para Jaky—y, para hacer más creíble todavía su opinión, se colocó detrás de él.
Arqueé una ceja y la miré desafiante:
—Diana, hagamos lo que ellos quieren.
—Pero…—comenzó a quejarse.
—Pero nada, creo que tienen razón y que estaría mal.
Me miró sin comprender y yo le guiñé rápidamente un ojo. Tenía una gran idea en mente y la iba a realizar quisieran o no.
Diana se percató de mi gesto y fingió que seguía cabreada conmigo.
—Vale… esta bien…
Llevábamos un tiempo ya discutiendo sobre lo mismo: Que si lo hacíamos que si no lo hacíamos. Como veis, había dos opiniones separadas en dos grupos.
En uno están Jaky y Clary. Este primero es el chico, pero no es el jefe. Aquí no hay jefes, sólo opiniones y valoraciones. A el le van los puños americanos y los boxers. Bueno, también se defiende bien con las armas de fuego.
Físicamente, tiene el pelo corto, negro y ligeramente rizado, ojos café solo y piel morena.
Clary era más bien la lógica, con su gran cuerpo y con lo que se lucía era con los filos: dagas, shuriken (estrellas Ninja), puñales…
Tiene el pelo negro como el carbón, ojos fieros y rasgados y piel clara y fina.
Diana era la cuerpazo, aunque a decir verdad no estábamos nada mal ninguna de las tres. Su fuerte eran el látigo y los nunchaku, las cadenas con varas de Bruce Lee. Ciertamente, lo dominaba más Diana.
Esta tenía el pelo castaño, largo y rizado y los ojos verdes y hermosos.
Yo, por otro lado, era la rebelde. Pero rebelde sabiendo lo que hago y haciéndolo bien. Ah, y lo mío son las balas y las armas de fuego (es ciertamente obvio ya que soy ex franco tiradora): revólver, ametralladoras, recortadas, magnums….
Tengo el pelo ondulado y castaño y los ojos marrones.
Sí, vale, nos dedicamos a matar y a robar en general, pero no es tan extravagante si lo miras de nuestros propios ojos.
Por ejemplo, robamos a los ricos (es obvio, no vamos a robar a los pobres que no tienen dinero) y, de vez en cuando, los matamos. Pero lo hacemos porque ellos también han matado a gente o porque simplemente nos aburrimos. ¿Qué harías tú con una pistola y llena de aburrimiento? Que conste que controlamos bien lo que hacemos.
En el FBI tenemos un apartado solo buscándonos a nosotros.
Es… halagador.
Esta vez estábamos negociando el realizar un robo que, por cierto, tenía tiempo planeando. El tema se centraba en una mansión, la mansión de la cabrona de Violeta. Es una millonaria por una herencia que le dejó su abuelo al morir. Y, en mi opinión, lo mató ella. No sé cómo, pero lo hizo.
Lo que yo deseaba hacer era lo siguiente: robarle y matarla. O tal vez no matarla, quien sabe. Depende de mi estado de ánimo. Cada vez que me habla deseo matarla.
Además, quiero tener una casa más grande. Tres metros cuadrados no son suficientes para cuatro personas. Bueno, tenemos un gran trastero donde guardamos nuestras armas y un garaje en el que Jaky, nuestro ladrón-conductor, guarda su Jeep.
—Bueno, yo me voy a mi cuarto—anuncié dirigiéndome a una de las seis puertas.
—Pues yo también—corroboró Jaky.
—Que soñéis con peces—deseó Di.
—Sí, sí.
Me puse el pijama con rapidez y me metí en la cama. A la madrugada me desperté y me dirigí a la habitación de Diana y la desperté.
—Vale, tengo una idea—me senté con ella en la cama.
—Te escucho.
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Otro día más, chavales...